Sólo en la última década los arribos internacionales aumentaron un 67%, un crecimiento que en el último año empezó a ser cuestionado por sus efectos en el cambio climático a partir de las emisiones de carbono asociadas al transporte aéreo. La preocupación porque esta tendencia se contagie y se convierta en un cuestionamiento abierto y directo al turismo fue el tema N° 1 de charla en todos los foros paralelos a la Fitur.
Pero también en los pasillos de Ifema detectamos que es un tema que ha permeado a lo largo de toda la cadena de valor. Prestadores en destino que buscan que sus circuitos en las ciudades sean sostenibles (menos buses, más caminatas) y operadores que buscan contactos con prestadores con políticas claras de cuidado ambiental, son algunas muestras de que algo está cambiando.
Institucionalmente el temor es que, mientras el sector se transforma, la presión social en contra de los viajes en avión se traduzca en un freno de mano para la actividad. En diálogo con La Agencia de Viajes, Sandra Carvao, jefa de Inteligencia de Mercado y Competitividad de la Organización Mundial del Turismo (OMT), analizó los efectos de la coacción por parte de grupos ambientalistas que promueven el concepto de la vergüenza de volar: “Es muy temprano para hacer una valoración de este fenómeno. Lo que sí nos muestran las cifras es que en Suecia, donde nació este movimiento de Flygskam, el flujo en los aeropuertos ha sido negativo en todos los meses del año. Pero no sabemos si es una situación temporal o no”. De todos modos, Carvao dijo que observa un mayor compromiso del sector por definir objetivos de crecimiento más sustentables, si bien no hay que esperar soluciones mágicas. “Lo cierto es que no crecer tendría un impacto económico nocivo”, completó Carvao.
Más difícil la tienen las aerolíneas, uno de los blancos principales de los movimientos ecologistas. En Madrid, durante el 10° Foro Exceltur, que reunió a los principales líderes de la industria, los representantes de la aviación comercial pidieron que se reconozca el esfuerzo que están haciendo. Por caso, el presidente de IAG, Antonio Vázquez, dijo que no sólo asumieron el compromiso de reducir las emisiones, sino que invierten para lograrlo: “En los próximos años contaremos con 152 aviones nuevos, que son un 25% más eficientes. Además, estamos cambiando la cultura de la compañía y adoptando iniciativas como compensar las emisiones de los viajes de nuestros empleados”.
Según la IATA, las aerolíneas han reducido en los últimos años un 2,3% las emisiones y para 2050 serán un 50% menos comparado con 2005.
En diálogo con La Agencia de Viajes, Rafael Schvartzman, vicepresidente de la IATA para Europa, afirmó: “Nosotros solo podemos invertir en comprar más aviones y combustible sostenible (que permitiría generar un 80% menos de CO2), pero no los fabricamos ni producimos”. El ejecutivo apuntó contra las petroleras por no invertir en el desarrollo y provisión de combustibles sostenibles, lo que explica que actualmente sólo implique el 0,1% de lo que consumen las aerolíneas. Según la IATA en los próximos años la idea es llevar esa cifra al 2%. El problema es que los proveedores son pocos y la producción mínima, lo que hace que se multiplique su valor. Y para invertir en mayor producción se le pide a las aerolíneas que garanticen su compra. Un círculo que no cierra.
El miedo principal de la industria es que los gobiernos se decanten por imponer tasas verdes a la aviación: “El problema con los impuestos es que lo que únicamente van a hacer es encarecer el costo del pasaje. No van a iniciativas que ayuden a mejorar el ambiente”.
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