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Los hitos fundacionales de la gastronomía argentina

Los sabores de nuestra mesa tienen un vínculo indisoluble con nuestra cultura, nuestra historia de conquistas e inmigraciones y nuestra vasta geografía. Hoy disfrutamos de algunos platos que son inventos 100% argentinos y otros que adoptamos como propios y a los que se les imprimió una indiscutible impronta local.

El recetario nacional o aquellos platos que forman parte de nuestra mesa están en constante evolución y cambio, como todo proceso cultural. Sin embargo, existen recetas que están asentadas en nuestra cultura desde décadas e incluso siglos.
Algunos de estos platos son oriundos de estas tierras y otros fueron adoptados y adaptados por los argentinos, aunque tuvieron su génesis en otras culturas, como la española o la italiana, o en civilizaciones ancestrales, como la incaica, que tuvo gran influencia en las provincias de Tucumán, Jujuy, Salta, Catamarca y La Rioja.
De hecho, una de las preparaciones típicas del Imperio Inca es el locro. Sin embargo, en Argentina es un plato asociado a nuestras fiestas patrias. No existe una sola manera de prepararlo sino que hay tantas adaptaciones como regiones en el país. En el norte lo hacen con maíz blanco y pisado, y la carne de vacuna o porcina que haya disponible en la zona.
Por otra parte, uno de nuestros platos abanderados y por el que se nos reconoce a nivel internacional es el asado. No obstante, lo cierto es que el asado revolucionó la historia del hombre hace varios siglos y en otras tierras. Marcó una diferencia sustancial con el resto de las especies a partir de la preocupación por hacer que el alimento estuviera cocido.
En Argentina y ya desde los tiempos de Juan Manuel de Rosas (segundo cuarto del siglo XIX) se asaba la carne en la estaca o vara de hierro, que hoy llamamos "al asador". Se utilizaba con una vara de madera con punta con la cual se pinchaba un pedazo de carne y se lo daba vueltas como si fuese un espiedo; técnica que continuó empleándose en el campo hasta pasado 1910. También pasaron muchos años hasta que este procedimiento se mejoró y se fue alejando más carne del fuego, tal como explica Daniel Balmaceda en el libro "La comida en la historia argentina".
Asimismo, el historiador reconstruye el origen y evolución de algunos platos típicos de la mesa nacional. Entre otras curiosidades, explica que el choripán nació en la ciudad de Córdoba en 1950, bien especiado tal como lo conocemos en la actualidad. Unos años más tarde se volvió popular -aunque no masivo- y se podía comprar en el puesto del Muelle de Pescadores de Costanera Sur.
Otro plato netamente nacional es el revuelto de gramajo. La historia supone la intervención del coronel Artemio Gramajo, ayudante y cocinero de campaña de Julio A. Roca. A Gramajo le gustaba desayunar todos los días un revuelto de huevos fritos, papas fritas, trocitos de jamón, arvejas y cebolla. Además, era socio y habitué del porteño Club del Progreso. Allí transcurría las veladas jugando al billar o a los naipes y pedía a los mozos que le preparen este plato. Con el tiempo se popularizó en Buenos Aires y se lo consumía "al plato" o "al pan".
En tanto, la salsa golf se le atribuye al premio Nobel de Química Luis Federico Leloir, que a mediados de la década del 20, en el club al que concurría con sus amigos a jugar al golf, aburrido de comer los camarones y langostinos con mayonesa, pidió al camarero una serie de ingredientes que dieron como resultado la salsa golf que hoy todos conocemos.
En el caso de la milanesa a la napolitana, nadie conoce de ella en el sur de Italia. El motivo es que esta versión de la milanesa con salsa de tomate y queso muzzarella se creó en Buenos Aires a principios del siglo XX y se convirtió con los años en la favorita de los inmigrantes venidos desde Nápoles.
Por su parte, las empanadas tampoco son un invento argentino, sin embargo muchas provincias las adoptaron como una preparación típica y les dieron su impronta. Por ejemplo, en la región de Cuyo son suaves y jugosas y utilizan muy poco ají o comino para saborizar la carne; mientras que la cocción se hace en horno de barro.

FIN DE FIESTA.
El final de una mesa siempre se corona con los platos dulces. Las recetas originales de nuestros país son varias y vale la pena conocer a sus mentores.
Una combinación que está presente en la mesa nacional desde la época del Centenario es el "vigilante" o queso y dulce, el postre preferido del escritor Jorge Luis Borges. La receta original es a base de queso tipo Mar del Plata y dulce de membrillo. El nombre "vigilante" tiene su mito y se remonta a 1920, cuando un restaurante lo preparaba para los vigilantes de una comisaría cercana.
Asimismo, para bucear en la historia de la pastelería nacional, vale la pena tomar la lista que diseñó la Federación de Trabajadores Pasteleros cuando festejó sus 50 años en 2015.
Encabezaba el ranking el Imperial ruso, que inventaron a principios del siglo XX en la desaparecida confitería El Molino. Los pasteleros del lugar crearon este postre como un homenaje a la extinta dinastía de los zares luego de la Revolución Rusa. Lleva pionono, crema de manteca, merengue francés y decoraciones de chocolate.
El segundo lugar es para el postre Leguisamo. La historia oficial cuenta que el jocker Irineo Leguisamo era habitué de la confitería Las Violetas, en Almagro, y pidió que le hicieran una torta en su homenaje. El pastelero cumplió: hojaldre, pionono, dulce de leche, crema de manteca y castañas en almíbar, más un forro de pasta de fondant y almendras picadas por encima.
A su vez, el postre Balcarce fue creado en 1950 por los reposteros de la confitería París de la ciudad de Balcarce, de donde tomó su nombre. Lleva ingredientes sencillos: bizcochuelo, merengue, dulce de leche, crema chantilly, castañas en almíbar y cubierta de azúcar impalpable
Finalmente, el Rogel lo creó un matrimonio del barrio de Belgrano, que tomó como base una receta europea para la masa y así llegó a este clásico alfajor gigante con una masa de harina, yema y manteca. El verdadero Rogel lleva cuatro capas con generoso dulce de leche entre cada una de ellas y una cobertura de merengue italiano.

LA CAÍDA DE UN MITO

La leyenda reza que Juan Lavalle se entrevistó con Juan Manuel de Rosas en la estancia "El Pino" de Cañuelas. La cocinera estaba preparando lechada (leche de vaca con azúcar para agregar al mate) y por una distracción la mezcla se empastó. Sin querer inventó el dulce de leche el 24 de junio de 1829, en horas de la siesta.
Sin embargo, el mito que pondera a este dulce como un invento nacional parece no tener fundamento, dado que existen registros de esta preparación antes de 1829. Como sucede con la historia que involucra a la escritora Victoria Ocampo, quien quiso impresionar al director de orquesta ruso Igor Stravinsky y le ofreció este dulce, pero él le dijo que eso se llamaba Kajmak, "una comida típica de nuestra tierra". A la vez que existe una correspondencia de Tomás Anchonera, el diputado del Congreso de Tucumán, que en 1814 le pedía a un amigo cordobés que le enviara dulce de leche.
Más allá del origen, cabe recordar que en 1902 La Martona inició la fabricación industrial de este dulce que se insertó en la dieta cotidiana de los argentinos y en 2003 la Secretaría de Cultura de la Nación lo declaró "Patrimonio cultural, alimentario y gastronómico argentino" (Resolución Nº 586).

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