El 7 de diciembre de 1950 se constituyó formalmente Aerolíneas Argentinas, bajo el auspicio del entonces presidente Juan Domingo Perón, mediante la fusión de las empresas mixtas Aeroposta Argentina, ALFA (Aviación del Litoral Fluvial Argentino), FAMA (Flota Aérea Mercante Argentina) y Zonda (Zonas Oeste y Norte de Aerolíneas Argentinas).
Aerolíneas Argentinas: De simbolismos también se vive
¿Cómo se cuela el histórico antagonismo peronismo-antiperonismo en el futuro de Aerolíneas Argentinas?
No parece casual entonces, que el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, de extracción peronista, haya elegido el 9 de diciembre de 2024 para anunciar la intención de su gobierno de quedarse con Aerolíneas Argentinas, si el gobierno nacional de Javier Milei persiste en su idea de “venderla, privatizarla o disolverla”.
Aerolíneas Argentinas tiene una historia vinculada con el peronismo, ineludiblemente. Como vimos la fundó Perón. Pero también fue otro gobierno peronista, el de Carlos Menem el que la privatizó, y otro gobierno peronista, el de Cristina Fernández de Kirchner, el que la rescató y reestatizó, en 2008.
Continuando con esa lógica, no llama la atención entonces que otro gobierno peronista, aunque sea provincial, el de Axel Kicillof, salga nuevamente al rescate.
Aerolíneas Argentinas en la grieta histórica
El gobierno de Javier Milei atrasa en muchos aspectos. En su dialéctica, por ejemplo: el presidente habla como si fuera ladero de Ronald Reagan y la Guerra Fría siguiera vigente. En ese marcartismo renovado, ve comunistas donde no los hay y todo aquello que se ponga sutilmente “a su izquierda”, se convierte automáticamente en “rojo”. Pero otra grieta o dicotomía que revivió Milei es la del peronismo-antiperonismo.
En el discurso mileísta el peronismo es el absoluto y único culpable de todos los problemas nacionales (como si no hubiera habido gobiernos militares, radicales y hasta liberales a lo largo de nuestra historia) y eso justifica, entre otras cosas, la remoción de estatuas y bustos de Néstor Kirchner y el cambio de nombre de edificios públicos como sucedió con el hoy exCCK. Una especie de cruzada antiperonista que hace acordar, y mucho, a lo dispuesto por los golpistas de 1955 cuando hasta prohibieron que se pronuncien las palabras “Perón” y “peronismo”. Se encuentra el mismo reflejo también en la perenne pretensión política de “acabar” con el peronismo, no ganarle elecciones y mantenerlo apartado del poder, sino exterminarlo, con una gran y evidente falta de preceptos democráticos. Lo expresó así la hoy ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, pero también lo dijo el mismísimo Milei cuando habló de “ponerle el último clavo a la tapa del cajón de Cristina”.
En este contexto, bajo esa lectura, Aerolíneas Argentinas no es una empresa nacional, de todos los argentinos: es una empresa peronista. Más aun, un símbolo del peronismo. Y como tal, a los ojos libertarios, solo le cabe la condena del fracaso.
Eso explica cierto ensañamiento evidente del gobierno de Milei por venderla: se quitó Aerolíneas Argentinas de la lista de empresas privatizables de la Ley Bases “porque no pasaba”, se determinó sujeta a privatización por decreto y ahora se insiste en el Poder Legislativo, con el mismo Congreso que ya dijo que no. Y la opción ya enunciada, sino aparecieran compradores, es disolverla. Otra vez, lo dijo el propio presidente Milei.
Todo esto explica, por oposición, que Kicillof se perfile como el nuevo salvador de Aerolíneas Argentinas. Si la empresa del Cóndor es un símbolo peronista para los antiperonistas, lo es también para los propios. Al fin y al cabo: es la empresa que legó Perón.
Y el análisis termina dejando afuera toda consideración o justificación técnico-económica, porque ya es evidente que hablamos, también, de otras cosas.
Separar la paja y el trigo
Ahora bien: suponiendo que el gobierno Nacional y el Provincial puedan ponerse de acuerdo sobre el tema: ¿es posible técnicamente lo que plantea Kicillof? La primera respuesta es sí y curiosamente, la primera puerta la abrió el propio Milei. Una de las leyes que convertía a Aerolíneas Argentinas en instrumento del Estado Nacional (“del Poder Ejecutivo”, repite el texto en varias ocasiones), era la llamada Ley de Política Aérea, la Nº19.030, que fue derogada por el DNU 70/2023 del gobierno de Milei.
Esto liberó al gobierno nacional de casi toda vinculación y responsabilidad con la empresa del Cóndor. Y en su condición actual de Sociedad Anónima, podría incorporar accionistas de una empresa estatal, que fuera propiedad (a su vez) de gobiernos provinciales. Y hablo en plural porque el propio Kicillof habló de la posibilidad de dialogar con otras provincias y de sumarlas a su iniciativa. De hecho, la mayor oposición a la privatización de Aerolíneas Argentinas en el Congreso, en este 2024, parece haber surgido de legisladores patagónicos.
Vocación negociadora
El resto es cuestión de negociación política. Milei habla de cerrar la empresa porque está en Estado de Liquidación (es decir, si vendiera todos sus activos lo que reuniría no superaría las deudas). En ese estado de cosas, el gobierno de Javier Milei ¿pretende cobrar algo? Cuando el propio presidente habló de traspasarla a los trabajadores incluso se refirió a sostenerla con fondos públicos por un año. No imagino al gobierno de Milei transfiriendo dinero a una Aerolíneas Argentina “bonaerense”, pero tampoco veo demasiado plafón para un pago: si la empresa “no vale nada” porque está en estado de disolución, como afirma Milei, que Kicillof tome las riendas no debería implicar un valor de compra. Porque por otro lado, el flamante dueño bonaerense debiera asumir los costos de la compañía a partir de tomar posesión. Incluso más, podría ser reclamable cierta compensación del Estado Nacional, por los tickets ya vendidos y cobrados.
De modo que solo resta saber cuán serias y reales son las intenciones de Kicillof y si Milei toleraría la supervivencia de Aerolíneas Argentinas, en otras manos estatales.
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