En varias entrevistas de campaña, el hoy presidente electo Javier Milei, planteó dos ideas básicas respecto del transporte aéreo en Argentina: la primera de ellas la idea de ceder Aerolíneas Argentinas a sus empleados y la segunda establecer “cielos abiertos”.
Javier Milei, Aerolíneas Argentinas y lo que viene
Como casi todo lo relacionado con el gobierno de Javier Milei hoy, poco se sabe de lo que sucederá con Aerolíneas Argentinas.
Vayamos por partes. Ceder Aerolíneas Argentinas al control de sus trabajadores, armar una suerte de cooperativa, no es el meollo de la cuestión. Aunque sería una suerte de privatización porque ya no le pertenecería al Estado sino a particulares, la cuestión es la presupuestaria. No es menos cierto que Aerolíneas Argentinas logró la autosuficiencia en este 2023, sin usufructuar el presupuesto que el gobierno le había apartado, sino “haciendo durar” el de 2022, más el incremento en los ingresos en este año.
Pero aún suponiendo que Aerolíneas Argentinas pudiera prolongar su situación económico-financiera y también ser autosustentable en 2024 y a futuro, la necesidad de obtener ganancias debido a que no recibiría fondos estatales, la obligaría a un ajuste, siendo el de oferta, el más relevante. ¿A qué nos referimos? Aerolíneas Argentinas tiene una rentabilidad social, el movimiento económico de los pasajeros que lleva, producen en los destinos diversos beneficios, y las provincias y destinos lo saben. Si entonces AR deja de volar a una serie de destinos de cabotaje por cuestiones de rentabilidad operativa, la pregunta competente, sería ¿cómo hará el Gobierno Nacional para garantizar la conectividad aérea a esos destinos? Cabe recordar que Aerolíneas Argentinas vuela sola a una buena porción de destinos del Interior, es decir, no tiene competencia. Y no la tiene por decisión de sus competidoras que no tienen impedimentos para volar a esos destinos pero sencillamente no los eligen. Y si ante la situación, y el abandono del gobierno nacional, las provincias decidieran darse más conectividad así mismas, con proyectos de aerolíneas provinciales o regionales (lo que fue Andes en sus inicios), eso tomaría años. De modo que la pseudo-privatización de Aerolíneas Argentinas traería de inmediato menos conectividad aerocomercial.
Javier Milei, la experiencia y el conocimiento
Los “cielos abiertos” son un concepto que se aplica a la relación aérea bilateral entre dos o más países. Cuando un Estado firma un acuerdo de “cielos abiertos” con otro, firma en definitiva un convenio donde no hay límites: ni de capacidad, ni de frecuencias, ni de destinos. Que Argentina firme acuerdos de cielos abiertos con otros países sería un cambio de política, pero no cambiaría nada respecto del cabotaje. Por eso, encarando la triste tarea de ser exégeta del presidente, es más probable que se refiera a la desregulación, que sí es un proceso interno de cada país, porque cada vez que habló de AR dijo lo mismo: cederla a los trabajadores y cielos abiertos. De hecho, el Macrismo, con su “Revolución de los Aviones”, aplicó una desregulación, no “cielos abiertos” (aunque sí firmó acuerdos de cielos abiertos, aparte, con algún país).
Ahora bien, justamente, la experiencia macrista terminó con un resultado dudoso o discutible, cuando menos, porque si se analizan el número de compañías en 2015 vs. 2019, el crecimiento en el número de empresas fue casi nulo (cuatro en 2015: AR, Latam, Andes y Sol; cuatro en 2019: AR, Latam, Flybondi, Andes y JetSmart).
Y si bien el número de pasajeros transportado creció, el mercado aerocomercial debió enfrentar una situación económica crítica, marcada por un importante salto devaluatorio y reiterados golpes al poder adquisitivo de los turistas de nacionales.
Muchas de las medidas preanunciadas por Milei (quita de subsidios diversos incluido el PreViaje, devaluación con la inflación consecuente, achicamiento del Estado con las pérdidas de empleo e incremento de la desocupación consecuente, etcétera), no pintan un panorama promisorio en el futuro inmediato. En ese contexto, es más probable que el número de pasajeros se reduzca o estanque, y no que crezca. Y en ese contexto, aunque haya una desregulación mediante, el mercado aerocomercial no será “tentador” para que arriben nuevas empresas. Ninguna desregulación resulta exitosa, sino hay un mercado positivo, en crecimiento y próspero.
¿Sin Transporte y sin ANAC?
“¿Se va todo?”, repreguntó el colega Jhonny Viale en LN+ al por entonces candidato a la presidencia, Javier Milei. “¡Todo!”, insistió el libertario. El hoy primer mandatario había borrado del pizarrón, con marcador negro, prolijamente, al Ministerio de Transporte. Minutos antes había hecho lo mismo con el Ministerio de Turismo y Deportes.
Entre lo que acababa de borrar, estaba EANA, ANAC y Orsna. No existe gobierno en el mundo que no posea una autoridad aeronáutica, se llame ANAC, FAA, EASA, DGAC, DINACIA o como sea. Y eso es así, entre otras cosas, porque las autoridades aeronáuticas deben velar por el cumplimiento de lo dispuesto por los Anexos OACI y que permiten a todos los países estar integrados en un sistema aerocomercial global. Es imposible no tener una “autoridad de aplicación”.
Cabe aclarar, que la puesta en escena de borrar todos los organismos aeronáuticos estatales puede ser parte de la ignorancia acerca de los resortes del Estado, que ya ha exhibido Milei en el pasado. No faltará que quien le toque el hombro y le susurre al oído la solución al entuerto.
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