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Rodolfo Raffo: ¿Qué futuro le espera al turismo y los destinos turísticos argentinos ?

Si por alguna razón se produce la parálisis del turismo por un tiempo relativamente prolongado, es muy probable que se corran riesgos no menores.

El turismo nace y se desarrolla en el territorio que reúne condiciones para ello, y donde sus vecinos y autoridades así lo deciden. El turismo cobra vida en cada espacio geográfico (no importan sus límites jurisdiccionales) en el que encuentra razones y posibilidades para su existencia.

Si por alguna razón en esos territorios se produce el “No turismo”, es decir, su parálisis (o casi) por un tiempo relativamente prolongado, es muy probable (e imaginable) que la vida de (y en) ese territorio como tal corra riesgos no menores.

Un ejemplo actual y lamentable: la pandemia del Covid-19 ha puesto en situaciones complicadas y hasta muy críticas a la mayoría de los destinos turísticos del mundo.

El nuestro caso (también) el riesgo inicial es para las empresas, actores y empleos más directamente relacionados con la actividad turística. Por ejemplo: alojamientos, gastronomía, agencias de viajes, excursiones, transportistas locales de turismo, guías...

Esto incluye desde empresarios grandes, medianos y pymes hasta mini emprendedores. Y, por supuesto, a centenares de miles de empleos directos. Y a muchos vecinos y profesionales en turismo que generan su “autoactividad” vinculada al turismo.

También son muchas las micropymes, trabajadores y trabajadoras que pierden la posibilidad de brindar servicios diversos tales como lavaderos de ropa, jardineros, pileteros, mantenimiento, construcción, etc. Pero a ello le siguen (enseguida) servicios y comercios “directamente complementarios de la actividad” como, y entre otros, ventas de artesanías, de productos regionales y recuerdos, oferta de productos culturales, alquiler de automóviles, motos, bicicletas, botes, kayaks y hasta barcos. Balnearios, parques y reservas (nacionales, provinciales y locales, privadas y públicas), parques temáticos, de aventuras, acuáticos, etc.

Y luego se suman al cúmulo de dificultades que sufren las actividades y servicios utilizados por los vecinos, pero también por los turistas (y que por ello ven hasta seriamente restringida su demanda): taxis, remises, estaciones de servicio, gomerías, talleres mecánicos y venta de repuestos, farmacias, lavaderos, etc.

Para analizar la actual situación de decadencia (en no pocos casos ya apuntando al quebranto) de las localidades argentinas que funcionan como destinos turísticos es necesario, antes que nada, asumir que los últimos años no fueron los mejores, y luego ubicarnos poco tiempo atrás: marzo pasado, cuando todo el turismo se detuvo casi inesperadamente. Fue un impacto seco, impensado, duro.

Las expectativas que se generaron inicialmente por la manera en que las autoridades nacionales encararon la situación de pandemia (un par de meses después que se conociera su existencia y su inicio en el mundo) permitieron suponer, tal vez con un exceso de optimismo, que en no mucho tiempo la gravedad de la situación podría encarrilarse hacia una salida no tan prolongada y dolorosa como a la que estamos viviendo. En especial ahora en el interior de la Argentina. Sin saber aún hasta cuándo y dónde se llegará.

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"El turismo cobra vida en cada espacio geográfico en el que encuentra razones y posibilidades para su existencia."

"El turismo cobra vida en cada espacio geográfico en el que encuentra razones y posibilidades para su existencia."

Las consecuencias de la inactividad

Por otra parte, y como está correctamente difundido, el turismo es una de las actividades que más rápido sufre las consecuencias (inmensa quietud) como la que ahora soporta (e igualmente lo sufre el territorio de su pertenencia), y a la que más tiempo y reinversión le va a costar para remontar la cuesta.

En una difícil situación económica del país, el Gobierno Nacional comenzó a ofrecer algunas ayudas (además de ampliar e incrementar los planes sociales) económicas de “sustento” a diversos sectores productivos. Incluyendo a la actividad turística, en especial para el pago de sueldos o para “ayudas a los autoempleados” (como los guías).

Con el tiempo nuestro sector privado comenzó a reclamar ayuda (primero) a sus municipios. En términos generales, y pese a la sustancial baja en su recaudación (en particular los turísticos), colaboran “con lo que pueden”.

El reclamo ascendió luego hacia los gobiernos provinciales solicitando la sanción de leyes de emergencia para el sector. Muy pocas provincias atendieron los pedidos y sólo parcialmente.

Casi paralelamente un sector político (el de la oposición) presentó un proyecto de Ley Nacional de Emergencia para el Turismo (dirigido a apoyar a la oferta) ante la Cámara de Diputados.

Poco después, y desde el Organismo Nacional de Turismo, surgió una “idea propuesta” de generar una especie de voucher-crédito para que los argentinos que viajaran (o sea, dirigido a la demanda) durante el 2020 y que en base a ello obtuvieran del gasto un “crédito” equivalente al 50% del mismo para utilizarlo también en la actividad turística en 2021.

Por fin, y luego de no poco tiempo, un proyecto “componedor” surgido del Senado fue aprobado allí (y luego en Diputados) en septiembre pasado como Ley 27563 denominada de Sostenimiento y Reactivación Productiva de la Actividad Turística Nacional (aunque no de Emergencia), y que de alguna manera compatibilizaba las dos propuestas mencionadas antes. Pero en la promulgación de la Ley por parte del Poder Ejecutivo (Decreto 753/2020) se “observaron” (traducido al lenguaje llano y concreto se vetaron) los artículos mediante los cuales se posibilitaba la creación y promoción de una línea de créditos (a tasas bajas/razonables) destinada a los integrantes de la actividad turística.

La reacción de la demanda

En general, el sector privado estima que la propuesta proveniente del Ministerio de Deportes y Turismo referida a la posibilidad de viajar en 2020 para poder aprovechar un crédito para la misma acción en 2021 no parece ser un movilizador que implique una fuerte reacción de la demanda.

En realidad, y a medida que la situación epidemiológica (sobre todo en el interior del país), lejos de disminuir crece de manera sostenida y más o menos significativamente, esa opción parecería que puede resultar menor. Al menos como una prometida palanca alentadora.

Es más; nuestra postura no implica aguardar una muy buena temporada de verano. Somos conscientes que esa no es una apuesta sustentable.

Por ello no nos parece razonable (y esto señalado con el mayor de los respetos) el pensamiento resultante de las declaraciones del ministro de Turismo en Página12, el 30 de septiembre: "Imagino una temporada de turismo interno muy fuerte".

Sí resulta interesante un nuevo título del Organismo Nacional de Turismo: llevar adelante una "reapertura progresiva y responsable" de la actividad.

Lo que no parecen adecuadas (o al menos suficientes) son las herramientas que quedan en la impronta de la flamante Resolución 412 del Ministerio, que pretende darle forma. Esta norma crea el Consejo Interministerial para la reapertura progresiva y responsable del turismo, en el ámbito del Ministerio de Turismo y Deportes.

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"El turismo nace y se desarrolla en el territorio que reúne condiciones para ello, y donde sus vecinos y autoridades así lo deciden."

"El turismo nace y se desarrolla en el territorio que reúne condiciones para ello, y donde sus vecinos y autoridades así lo deciden."

Y, como solemos hacer los argentinos, completamos la propuesta con definiciones, alcances y limitaciones por un lado excesivas y por otro faltantes. Algo que debería tener un sostén más práctico y simple. Más útil. También para poder realizarlo en poco tiempo. Que es el que hay. Sin dudas se lo sigue perdiendo. La burocracia lo sigue deglutiendo. Y, mientras tanto, desaparecen muchas empresas de todo tamaño y muchísimos empleos.

Entre sus apoyos y menciones, la autoridad turística nacional ha decidido invocar (correcto) a la OMS pero ha omitido (imperdonable) a la OMT y todas sus investigaciones y documentos relacionados (elaborados este año) con los efectos del Covid-19 sobre el turismo.

En definitiva, el Nuevo Consejo ha quedado integrado por representantes de la Jefatura de Gabinete y de los Ministerios de Turismo y Deportes, de Salud, de Transporte y de Seguridad. No parecen importantes los aportes que se pudieran realizar desde los ministerios de Economía y de Trabajo. Son ausencias notables para la tarea a emprender.

En definitiva, la norma ocupa cinco páginas describiendo intentos y temas a tratar, sin prever que comenzado el último trimestre del año habría que haber sido ser mucho más precisos en determinar no sólo un organigrama y algunas primarias necesidades, sino los plazos para llevarlo adelante.

Sí debemos destacar que la norma hace mención a la pandemia que impactó particularmente a la actividad turística, convirtiéndola en uno de los sectores productivos más afectados. Ello requiere de la toma de medidas oportunas, por lo que es necesario integrar a distintas instituciones y organizaciones de los sectores de la salud y el turismo, con el objeto de conformar un espacio consultivo y multidisciplinario.

Si este Consejo hubiera sido racionalmente constituido siguiendo la definición anterior, seríamos más optimistas.

El artículo 1 de la Ley Nacional de Turismo (25.997, de 2005) comienza expresando: “Declárase de interés nacional al turismo como actividad socioeconómica, estratégica y esencial para el desarrollo del país”.

Y, más adelante (siempre en el artículo primero), define que el eje de la política turística nacional es la colaboración público privada a la cual califica de aliada estratégica del estado al expresar taxativamente “resultando la actividad privada una aliada estratégica del estado”

En la redacción de la norma no se recuerdan estas definiciones no menores. Entonces resulta claro que, además de haberse omitido a la OMT, también se omite indebidamente (no cabe en su lugar una generalización de una invitación a realizar) el haber incluido de manera expresa a una o más entidades representativas del sector privado. Y también sorprende no haber recalcado lo de actividad esencial con que la norma mayor de turismo lo definió.

Con estos antecedentes tampoco extraña que el Ministerio de Turismo y Deportes no haya convocado a conformar el Consejo (al que se lo considera multidisciplinario) a las universidades que cuentan con carreras vinculadas al turismo.

Los que tuvimos la enorme fortuna de escuchar y leer a los queridos Roberto Boullón y Antonio Torrejón (y a otros mentores argentinos de la territorialidad del turismo), coincidimos en que alguien, tal vez de su entorno, debería aportarle al Sr. Ministro una idea para que la evalúe y, a lo mejor, lo conduzca hacia mejores resultados.

Es necesario:

  • Profundizar la comprensión real de la gravedad del tema y su conflictividad; en los municipios turísticos se extiende día a día, como una mancha de aceite que va consumiendo actividades y actores.
  • Encontrar en el diálogo con los actores reales de la actividad soluciones prácticas, concretas y que difícilmente aparecerán, pese a todos los esfuerzos sólo en y desde Suipacha 1111 de CABA.
  • Que, en cambio, posibilite encontrarse con aportes posibles de ser profundizados, como el que está planteando el intendente de Bariloche: un seguro Covid-19 para los turistas.

* Rodolfo Raffo es hotelero; ex-secretario de Turismo, Desarrollo e Inversiones de Villa de Merlo; y ex-concejal de Villa de Merlo, San Luis.

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