Hace poco más de dos años un centenar de CEOs se reunía en Buenos Aires en el marco de la Cumbre Mundial del Consejo Mundial de Viajes (WTTC). Eran tiempos de promesas de lluvias de inversiones (15 empresas líderes anunciaron intenciones de volcar US$ 1,9 mil millones en el sector, creando 300 mil puestos de trabajo) y un respaldo inédito de los capitanes de la industria a la gestión de Mauricio Macri. “En los últimos 12 años Argentina estaba cerrada y los inversionistas preocupados. Hoy el país está de moda y los empresarios entusiasmados con la transformación”, decía en 2017 la CEO del WTTC, Gloria Guevara.
Argentina se hunde en el ranking de competitividad del WTTC
Dos años después de la Asamblea en Buenos Aires donde los capitanes de la industria anunciaron una lluvia de inversiones, el Índice de Competitividad del Consejo Mundial de Viajes (WTTC) ubica a Argentina entre los cinco países con peor clima para los negocios y donde los impuestos más ahuyentan los proyectos.
Dos años después, el temporal de inversiones se transformó en chubasco y no queda nada del “fanatismo” de los CEOs para con Macri (“Es un verdadero líder para nuestra industria”, había dicho el N° 1 de Hilton, Christopher Nassetta) y su histriónico ministro de Turismo, Gustavo Santos. No al menos en la opinión reflejada en los rankings de competitividad presentados días atrás por el propio WTTC.
DE LA LLUVIA DE INVERSIONES A LA LLUVIA DE IMPUESTOS.
En su estudio bianual “Índice de Competitividad de Viajes y Turismo” el WTTC ubicó a Argentina en el puesto 50° de las 140 naciones medidas. Esto significa que la imagen general no mejoró ni empeoró respecto a 2017.
Pero la medida de la real percepción por parte de la élite empresaria trasnacional (muchos de los indicadores se construyen a partir de encuestas a líderes de cada mercado) no está en los promedios, sino en el análisis individual de los 90 indicadores medidos en el estudio.
O sea, en un informe que apunta a ser una especie de vademecum para empresarios e inversores, las medallas y abrazos por tener la incidencia de malaria más baja del mundo y la mayor presencia de marcas globales de rentadoras no tienen el mismo peso que los tirones de orejas por estar entre los cinco países con peor clima para los negocios. No al menos si la idea es orientar emprendimientos e inversiones a través de información comparativa. No es un informe que apunte a ser una guía de viajes.
Por ende, la real medida del fracaso para estar a la altura de las expectativas de hace dos años es que Argentina (135° de 140) solo tenga un mejor escenario para los negocios que Zimbabue, Haití, Chad, Bolivia y Venezuela.
Yendo más atrás en el tiempo, en 2015 los socios locales del Foro en la recolección de datos -la Universidad Austral- justificaban el pésimo desempeño de Argentina en los índices de competitividad, señalando que había una sobrerrepresentación del pesimismo de los líderes empresarios locales: “El clima de negocios, que sin dudas está enrarecido por Moreno (Guillermo), las licencias para la importación, los precios y las mentiras de los datos de inflación, las prohibiciones, la crisis del campo, la pelea con los medios. Ese es un ambiente no favorable al empresariado”.
Todos esos factores dejaron de ser justificativos para la catarsis y, sin embargo, Argentina sigue en el fondo de la tabla.
Por ejemplo, se ubicó como el país del mundo donde los impuestos y tasas se quedan con el mayor porcentaje de los ingresos de una empresa mediana promedio. O sea, 140° sobre 140, en base a datos del Banco Mundial.
Es más, lejos de mejorar, el clima sigue empeorando. Somos la segunda peor economía en cuanto al desaliento que generan los tributos a la hora de pensar en invertir y la cuarta que más desincentiva el trabajo. Aquí la fuente es la encuesta del WTTC a ejecutivos.
Un dato que flaco favor le hace al país a la hora de salir a buscar inversiones hoteleras es el que ubica a Argentina como el cuarto peor lugar del mundo para lidiar con los permisos de construcción.
NO SOLO ES LA MACRO.
Aunque hasta acá esa mirada podría decirse que solo involucra indirectamente al turismo, lo cierto es que las críticas hacia el ambiente institucional también apuntan al riñón de la actividad. En el subíndice que mide la efectividad de las políticas de viajes y turismo para generar condiciones propicias para su desarrollo, Argentina figura 115 en un listado de 140 naciones. Excepto Venezuela, el resto de los países de Latinoamérica reciben notas mucho mejores en esta materia (Chile 21°, Perú 30°, Colombia 34°, por ejemplo).
En general, el informe del WTTC evidencia que -más allá de los discursos- la priorización de la industria de los viajes y el turismo en Argentina la ubica en la mitad de tabla para abajo (76°). Por ejemplo, la consideración de la estrategia de marca de Argentina descendió del puesto 51 al 92°, los fondos destinados por el Gobierno al sector (como porcentaje del presupuesto total) nos pone entre los 50 peores (94°), y la efectividad de las campañas para atraer turistas apenas nos alcanza para aparecer en el puesto 80° del ranking.
También son preocupantemente flojas las apreciaciones de los líderes empresariales sobre la seguridad personal y de los bienes en Argentina. Los costos para protegerse del crimen y la violencia (113°) y la confianza en las fuerzas de seguridad (115°) ponen a Argentina entre los 30 peores de la lista.
Además, hubo un deterioro en la relación entre salarios y productividad (del 103° al 117°) y son muy malas las calificaciones que recibe el país sobre sostenibilidad ambiental, pilar en el cual está en el quinteto de los peores alumnos.
LOS SALVAVIDAS.
La competitividad de Argentina pasa por dos pilares: recursos naturales (16° entre 140 naciones) y culturales (14°). Ambas dimensiones incluyen altas valoraciones de la cantidad de sitios declarados como Patrimonio Mundial, lo atractivo que resultan nuestros activos en ambos planos y la alta demanda que generan en las búsquedas online.
Ahora bien, cuando esos recursos son medidos desde el rol institucional, las calificaciones se reducen drásticamente.
Otros ejes donde Argentina obtiene aceptables indicadores de competitividad son en tarifas hoteleras (40°) e infraestructura de alojamiento (64°) y transporte aéreo (62°), aunque cuando lo que se mide es la calidad vuelven a caer de la mitad de la tabla para abajo.